El consenso de la represión en el proceso de restauración oligárquica
Hay puntos en los que guaikurues y guaraníes están de acuerdo para seguir con determinado proceso político. Puntos que, creen los actores políticos, conviene a todos.
Serían los concensos, aquello que es necesario hacer, guste o no.
Un claro concenso en este complejo proceso post colorado es la represión a todo cuerpo extraño que amenace la «estabilidad», el curso normal que debe tener el proceso. Y justo, como anillo al dedo, cayó en el escenario esa aventura llamada EPP, ese grupo político militar fruto de los malos sueños de un montón de jóvenes que en los 90 leyó con más fantasía que razón a Marx, y que luego se aglutinó en el Partido Patria Libre. Este mal sueño ahorró mejor imaginación a los retardatarios de siempre para diseñar un libreto mediocre pero efectivo de represión que hoy se ensaña principalmente con el movimiento campesino.
Con el argumento perfecto, y con una izquierda aglutinada en el Frente Guazu cuidando ingenuamente su «alianza» con Lugo, fue legitimada la represión a toda organización que se salga de la linea de restauración del Estado Oligárquico. Es decir, con el pretexto de la persecusión al EPP y con el temor de la izquierda de quedar mal con el gobierno, la represión terminó paralizando a todo el movimiento social.
Sobre esta paralización del movimiento campesino y urbano antioligárquico, aunque escaso, se monta hoy la restauración del modelo oligárquico, una restauración donde Fernando Lugo es el claro punto de equilibrio. Si algún lector duda de esto último, ruego lea las últimas publicaciones del diario ABC Color, en las que defiende con vehemencia la política represiva del gobierno de Lugo. No hay nada más que agregar.